¿EXCELENCIA
O VILEZA EDUCATIVA?
Como ya he comentado en alguna otra entrada, hay términos
relacionados con la educación que me resultan profundamente nauseabundos cada
vez que los escucho. Uno de ellos es, sin duda, el de excelencia educativa.
Este maldito vocablo es uno de los causantes del deterioro y la destrucción
intencionada de la educación en este país.
Conozco a una pareja. Él es interino en un instituto público.
Ella trabaja en un colegio privado. “Elitista”, es decir, muy caro.
Ambos están con sus respectivas juntas de evaluación. Se
acaba el segundo trimestre y hay que poner las notas. Sería cuestión de
discutir en otro momento la bondad de seguir evaluando con notas, pero al fin y
al cabo es otro eslabón que permite, en aras de la “excelencia”, crear rankings
de los mejores y peores colegios, favorecer la competitividad entre los niños y
sus padres y otros torpedos que se van lanzando a la línea de flotación del
maltrecho sistema educativo.
Volviendo a las juntas de evaluación. Para los que trabajen
fuera del ámbito educativo aclararé que las juntas de evaluación son reuniones
entre el equipo directivo (director y jefe de estudios) con el tutor de un
curso y todos los profesores que imparten asignaturas en dicho
curso. En ellas se repasan los resultados de la evaluación de cada estudiante,
viendo su evolución y con el objetivo (teórico al menos) de detectar
necesidades educativas en el alumno para ayudarle a recorrer con éxito el
camino de su formación académica y personal.
En el instituto público hay casos de fracaso escolar. Es
complicado. Muchas veces vienen de situaciones familiares difíciles. Dos chicos
colombianos vieron cómo sus padres eran asesinados por sicarios. Las
condiciones socio económicas son más bien precarias. Este contexto se une a
dificultades cognitivas. Niños que no llegan y que no cuentan con el oxígeno
que daban las medidas de compensatoria y diversificación. Los recortes, ya se
sabe.
Los profesores, en las juntas de evaluación, se plantean cómo
orientar el futuro de estos niños. ¿Es justo seguir haciéndole sufrir en un 4º
de la ESO con un nivel que no es capaz de alcanzar? ¿No será mejor intentar que siga estudiando a través
de una FP básica y ver si desde ahí puede ir subiendo escalón a escalón: FP de
grado medio y llegar incluso a una FP de grado superior? ¿Hasta qué punto es
esfuerzo titánico que realizan estos alumnos se ve recompensado en el futuro?
Incluso a los que tienen buenos resultados les cuesta esfuerzo conseguir ese
éxito. Hay un alumno que viene de un colegio concertado. Está acostumbrado a
otro tipo de estilo de evaluación. Su nivel es más bajo que el de sus
compañeros y aun así, viene con un expediente brillante. Aquí suspende. No se
lo explica. Sus padres tampoco. Acuden frecuentemente al instituto a hablar con
los profesores, con el tutor, con jefatura de estudios… Están acostumbrados a
otro estilo de colegio.
Mientras tanto, atravesemos el espejo. Lleguemos al mundo del
colegio privado. Ella también está en la junta de evaluación. Preside dirección
y jefatura de estudios. Están discutiendo el caso de un alumno de integración.
No sólo su capacidad intelectual es muy reducida sino que su actitud en clase
es completamente intolerable. Los profesores se quejan de falta de trabajo,
faltas de respeto, interés nulo. Dirección toma la palabra. Ha tenido reunión
con los padres, con los que pagan la elevadísima mensualidad que engorda las
arcas del grupo de inversión dueño del colegio. La madre se muestra indignada.
Su hijo trabaja “muchísimo” … en casa…con ella. Trae cuadernos y cuadernos
rellenos con algo más que una guía por parte de la madre. Por lo tanto merece
aprobar. Hay que recompensar todo ese esfuerzo… Aunque…como quiere dejar claro,
en este colegio no se aprueba a nadie que no lo merezca. Dos profesoras
intercambian miradas atónitas pero no dicen nada. Las notas se cambian. El
alumno aprueba. Como tantos otros. Se oye una reflexión: no puede ser que niños
que vienen rebotados de otros colegios con varios suspensos a sus espaldas
se encuentren en este centro a en el que pagan lo que pagan y sigan suspendiendo. No puede ser.
-"Pero es que…no hacen nada…"
-"No puede ser".
-"Es que tienen todos los exámenes
suspensos".
-"Que hagan un trabajo".
Aprobado.
Los padres pagan, los padres exigen, el colegio obedece.
Terminan las juntas de evaluación. Los dos docentes se
dirigen a su casa. Ambos tienen una profunda sensación de tristeza en el
alma.
La profesora siente que, de alguna manera, ha traicionado los principios
en los que cree. Siente que es partícipe de toda esta injusticia. Piensa en su
familia. Y calla. Y aprueba a sus alumnos.
El profesor piensa
con pena en sus alumnos. Sabe que lo tienen difícil y que lo tendrán más
difícil aun cuando salgan del instituto…a un mundo en el que el dinero manda. En
que se encontrarán el muro de los precios de las tasas de las carreras
universitarias que no podrán asumir aunque tengan capacidad de sobra para ello.
Los que, milagrosamente, consigan acceder al ciclo universitario, se verán
abocados a trabajos precarios a no ser que tengan contactos, que es lo
importante en este mundo.
Y mientras tanto verán desfilar a su lado a los
alumnos del otro colegio, el “elitista”, el “excelente”, el caro. Mucho menos
capaces, pero mucho más ricos. Siempre tendrán abiertas las puertas de
cualquier universidad privada que perpetúa el estilo educativo al que están
acostumbrados. Saldrán con los contactos suficientes para aterrizar
directamente en lo más alto…
¿Excelencia educativa? No. Excelencia sería si
todos, vengan de donde vengan, ganen lo que ganen sus padres, tuvieran las
mismas oportunidades para alcanzar metas en igualdad de condiciones, poniendo
en juego variables como el esfuerzo, la superación y el trabajo. Un sistema
educativo que ha conseguido clasificar los colegios en tres tipos: los privados
(pago y consigo las notas), los concertados (quiero y no puedo…pero bueno, por
lo menos no voy con niños de integración e inmigrantes) y los públicos
(desangrados y destruidos hasta que son solo refugio de los que no tienen
opción) no es excelente. Rezuma vileza.