sábado, 5 de abril de 2014

"El Jefe Infiltrado"

El jueves día 03 de Abril, la Sexta estrenó “El Jefe Infiltrado”, un nuevo programa dentro de los reality show que en, estos tiempos que corren, son tan del agrado del público en general. El anuncio de dicho programa ya despertó mis recelos y no me despertó en absoluto las ganas de verlo, pero debo reconocer que me pudo la curiosidad y acabé viéndolo. El programa desbordó todas mis expectativas y me dio mucha rabia que una cadena como la Sexta, que emite programas de tanta calidad como el Intermedio, Salvados, El Objetivo, Al Rojo Vivo… caiga en servir semejante bazofia. “El Jefe Infiltrado” comienza presentándonos a un pizpireto joven jefe de una cadena de comida rápida. La presentación del muchacho incluye remarcar con mucha intensidad que el jefe es incansable en la ejecución de sus tareas. Su mujer se queja de que en vacaciones está con el móvil de trabajo constantemente encendido y disponible para cualquier cuestión que evite la caída del emporio pizzero. Tanta es su responsabilidad. Prosigamos. El programa consiste en que se “camufle” al jefe para que, siguiendo sus propias palabras, en una frase que pone en funcionamiento la emisión de bilis por parte de mi hígado, “salir de la zona de confort, para descender a la realidad de los empleados”. El jefe disfrazado entra en distintas pizzerías y analiza desde su anonimato la situación de los empleados. Después, ya con su verdadero yo, les recibe en su despacho y, utilizando el plural mayestático que hace que la bilis que lleva revolviendo tu estómago todo el programa pugne por salir (desconfío de los empleados, tengan el cargo que tengan, que hablan de sí mismos y de la empresa como un todo), informa a los empleados de sus impresiones. Primero la bronca a un empleado, un repartidor, que corre para entregar las pizzas en el tiempo que promete la empresa y que tiene la desfachatez de decir que no se va a quedar a trabajar más horas de las que corresponde a su contrato (horas que, seguramente, si hiciera, no cobraría, pero este detalle no nos lo aclara el superjefe), otro tirón de orejas a otro empleado que comete el delito de no pensar que tener que pasar una hora tras otra, un día tras otro, disfrazado de ficha de dominó repartiendo globos y folletos del restaurante, es el trabajo más divertido del mundo (como le parece al jefe que “desciende de su zona de confort” un ratito para jugar a ser proletario). Y, por fin, los reconocimientos a los empleados ejemplares. Esos que trabajan 12 horas por 300 euros, esos que tocan la fibra del corazoncito del jefe que empezó como pizzero, pero que no recuerda lo que supone tener un contrato basura, no un ratito para un programa de televisión, sino todos los días. Y ¿cuál es ese reconocimiento?. La resistencia de mi estómago (curtido ya en estos tiempos de crisis y corruptelas PPolíticas varias) llega a su límite: un crucero de lujo de una semana para una empleada que no puede compaginar su vida “profesional” con la personal y la atención a su hijo pequeño y un ascenso y un fondo de 10.000 euros para los estudios de otro empleado que, recordemos, trabajaba 12 horas por 300 euros. ¡Qué buena es la empresa!, ¡Cómo recompensa el trabajo de sus empleados abnegados y leales! ¡PUAG! Vamos a ver, señores de Domino´s Pizza (donde creo que no compraré una pizza en mi vida) yo lo que creo que deberían hacer es poner jornadas de trabajo flexibles para que se pueda compaginar la vida laboral con la personal (se puede, en Europa se hace) y hacer contratos dignos con sueldos dignos. Me parece ofensivo y humillante el “donativo” de 10.000 euros (¿Cuáles son los beneficios de esta cadena de restaurantes?) cuando lo que tendría que hacer es darle un sueldo digno y qué el empleado mismo pagase los estudios de sus hijos o lo que le dé la gana. Resumiendo, que lo que pensé en su momento cuando vi el anuncio, jefes que se descubren como incapaces de realizar el trabajo que, diariamente, hacen sus empleados ( en el anuncio sale un jefe vomitando porque tiene que rebuscar en la basura mano a mano con sus empleados de lo que parece ser una planta de reciclaje. Por si no hubiese quedado suficientemente en ridículo el susodicho jefe, se muestra a una empleada diciéndole que si no hay para comer se trabaja en lo que sea y que ella tiene que hacer eso TODOS LOS DÍAS. ¡Toma ya jefe!, bofetada de realismo y dignidad, todo en uno) y que se permiten el lujo de juzgarles y fiscalizarles y, todo lo más, les dan un caramelito para que parezca que la empresa es el remate de los tomates y se preocupa de sus trabajadores, cuando la realidad es que va a seguir manteniéndoles en la misma miseria, se ha confirmado plena y repugnantemente, al ver el programa. Refleja y perpetúa demasiado bien el tiempo en que vivimos, en los que se confunde contrato laboral con esclavitud y derechos laborales con privilegios. No volveré a verlo, me da demasiado asco.