martes, 6 de marzo de 2018

CARTAS AL PROFESOR: VISIÓN DE TÚNEL


Mírales, profesor, ¿qué ves? ¿Eres capaz de ver la sensibilidad que tiene esa niña que se sienta en primera fila y que es la primera que va a ayudar a un compañero cuando ve que sufre o solo ves que se levanta de su sitio interrumpiéndote la explicación magistral? ¿Percibes la creatividad de ese niño que hace un uso espectacular de los colores o te enfadas con él y le rompes la ficha porque el rectángulo tenía que estar coloreado de verde y no de naranja? ¿Te has dado cuenta de que tienes otro alumno que tiene una pasión absoluta por aprender o te has quedado en la etiqueta de sus necesidades educativas y le están presionando para que escriba como se supone que tiene que escribir un niño en 2º de primaria (según lo dicen los ideólogos y burócratas que han dado forma a este engendro que es el sistema educativo español) aunque eso suponga que acabe aborreciendo lo que, hace no mucho, despertaba su curiosidad y sus ganas de saber? ¿Les escuchas cantar? Porque todos cantan, sus canciones favoritas, de películas, de dibujos, pero son canciones, rimas, juegos sonoros, di, ¿les escuchas? ¿o tienes la necesidad de que se aprendan una poesía con palabras como “reverdecer” “arrullado” “ conmemoración” para que repitan como loros unas rimas que pierden toda su razón de ser porque en vez de llegarles al corazón (que es el camino que debe tomar la poesía) les da dolor de cabeza?
¿Y para qué? ¿Cuál es el objetivo? Porque eso es lo que aludes cuando se te confronta con la realidad de lo que es la enseñanza, ¿no? Que son objetivos lo que nos mueve. Esos malditos y mal definidos objetivos que están planteados, como ya he dicho, por gente que no tiene ni idea de educación pero que tú, supuesto docente, supuesto guardián de la llama de tus alumnos, supuesto guía, verdadera influencia para unos niños que, y esa es una de las grandezas de ser maestro y, por supuesto, una de nuestras mayores responsabilidades, te convierten en un modelo, en una figura de referencia, aunque…francamente, querido colega, dejes mucho que desear, tú, repito querido “maestro” tomas esos objetivos como si fueran la Biblia.
Y ¿sabes qué pasa? Que te hacen tener una visión de túnel. No ves todos los matices ni todos los colores de tus alumnos. Tienes ante ti el ramo de flores más variado y más hermoso que te puedas encontrar, pero no eres capaz de verlo, de apreciarlo, porque solo ves los objetivos.
Yo me pregunto si esa visión de túnel es algo que se alcanza con el tiempo o si de alguna manera hay una cierta predisposición a tenerla. Me explico. Hay muchas profesiones, muchos trabajos que se pueden hacer, muchas cosas a las que dedicarse. Todas deben tener una parte vocacional, creo yo, porque hacer algo que odias pasa factura necesariamente; pero hay algunas de ellas en las que la vocación no es solo un aspecto más, sino que es el aspecto más destacado, porque determina, más que otra cosa la buena o la mala práctica. Y la nuestra, amigo, es una de esas profesiones.
Desgraciadamente, la profesión de maestro ha estado siempre un poco infravalorada, parecía que era una salida fácil para aquellos que no habían podido optar a hacer un trabajo más de su agrado. Y hay pocas profesiones en las que esa forma de acceder pueda ser más destructiva. Todos aquellos que ejercen la docencia sin verdadera vocación y sin verdadero amor al alumno generan tanto dolor a su alrededor, tanto sufrimiento, puede tener tantas consecuencias… No somos conscientes de lo que supone ser maestro: tenemos en nuestras manos un recipiente muy frágil, lleno de cosas preciosas, pero nos empeñamos en meterlo en el lavavajillas.

¿Quieres que me atreva a decirte cuál es tu problema? Te lo digo. No tienes clara cuál es la grandeza del maestro. No es ser transmisor de conocimientos o de información (en eso, siento decirte, querido colega, que Google tiene más datos que tú), no, tu grandeza está en tener la capacidad de conseguir que tus alumnos, todos, cada uno de ellos, desarrolle lo mejor de sí mismo. ¿Te suena la frase? Igual la pusiste en la programación didáctica que presentaste en la oposición para estar donde estás. Quedó bonita ¿verdad? Y convincente. Lástima que en el fondo buscaras una salida laboral que considerabas “fácil”, lástima que ahora no tengas interés por seguir trabajando por y para aquellos a los que te debes, tus alumnos. Es mucho más fácil y más cómodo seguir las guías didácticas de las editoriales. Están preparadas para que sólo haya que ir pasando páginas y siguiendo las indicaciones. Así se perpetúa la perversión del sistema, tú sigues órdenes y les enseñas a ellos a seguir órdenes, las tuyas, aunque eso suponga destruir cosas muy valiosas. ¡Es el mercado, amigos! Ya lo dijo uno de los que dirigen y dan las instrucciones que componen el túnel. 

martes, 27 de febrero de 2018

EL PROBLEMA NO ES LA DISLEXIA



Tienes razón, profesor, el problema no es la dislexia. Si me apuras, tampoco los son otro tipo de necesidades educativas de los alumnos, ni el TGD, ni los TEA, ni el TDAH, ni el TEL ni las siglas que quieras usar ni las etiquetas que quieras poner.

El problema es un sistema educativo hostil con los alumnos, ideado y llevado a la práctica por élites con un plan muy bien diseñado para perpetuar su estatus en la sociedad y recuperar aquel modelo tan conveniente para ellos como era/es el acceso a los estudios superiores a las elites económicas. Y el resto…mano de obra barata.
Esta ideología es la que está detrás de cuestiones como el desmantelamiento de la escuela pública que cada vez tiene menos recursos o el bilingüismo que es otra forma de criba con forma de zanahoria que se pone delante de los usuarios de la escuela pública dando una falta sensación de elitismo frente a otros niños que, por sus características madurativas, personales, socio económicas, etc. Necesitan otro tipo de escuela que, por supuesto, no se les va a dar.

El problema es que los alumnos tienen que ir forzando su desarrollo evolutivo desde el primer momento que ponen un pie en el colegio. Con tres años tienen que controlar esfínteres, algo que va en contra del desarrollo evolutivo del niño, tienen que pasar a 1º de primaria leyendo y escribiendo, algo que también va en contra del desarrollo de los niños. Ahora me dirás que algunos lo consiguen. Sí, es cierto, pero eso no quiere decir que sea lo correcto para ellos ni, por supuesto, para todos los casos. Otros sistemas educativos que han demostrado ser más, mucho más eficaces que el nuestro, no se plantean que los niños empiecen a leer antes de los 7 años, porque son sistemas educativos que piensan que los niños deben ir felices a la escuela.
¡Qué ocurrencia! Qué lejos está esta percepción de la que tenemos aquí, basada en una supuesta cultura del esfuerzo que carga toda la responsabilidad en el niño, que no les deja tiempo para jugar porque tienen que adquirir, desde infantil, unos hábitos de estudio, trabajo y esfuerzo a través de los deberes, que se envían de forma desproporcionada porque las editoriales, los pedagogos, los ministros de educación…han pensado que la forma de educar a los niños es que tenga libros y cuadernillos y fichas y resúmenes de lecturas y hay que terminarlo todo. No pueden quedar páginas sin hacer, fichas sin rellenar, por lo que, lo que no da tiempo en clase hay que hacerlo en casa.

Pero el problema más grave, para mí, es el que ocurre en lo que es el espacio más sagrado de la enseñanza: el aula. Independientemente de que estemos inmersos en un sistema, que ya hemos visto que es hostil y lamentable, de puertas para adentro el aula es nuestro territorio, ahí mandamos nosotros, los maestros, los profesores y ahí, querido colega, está el mayor de los problemas y es la existencia y la presencia en la escuela (yo diría que en general, pero voy a enfatizar en la pública porque considero que es la que está obligada a dar una educación de calidad a todos los niños) de docentes como tú, que demuestran día a día no tener ni la capacitación, ni los conocimientos sobre psicología evolutiva de los niños, ni idea de posibles dificultades de aprendizaje ni, por supuesto, de cómo afrontarlas y sobre todo, por encima de todo, lo peor una falta de empatía y de cariño por los alumnos que es la esencia de lo que nos hace maestros. Si tú, que te haces llamar maestro, no sientes la necesidad en tu interior de ayudar al alumno que te necesita, de darle la mano para ayudarle a llegar a la meta, de intentar hacerle más fácil el camino lleno de piedras que es el sistema educativo español no mereces estar ahí ni mereces ser llamado maestro.

Si solo te ajustas a los objetivos de aprendizaje y piensas que todos los niños los tienen que alcanzar por sí mismos y no estás dispuesto (y lo que es peor, no te apetece, no te sale de dentro)  a prestarles ayuda, guía; si niegas las diferencias individuales y las necesidades educativas especiales que tan bien definiste y expusiste en el examen de oposición necesario para que estés donde estás (y que se supone que elige a los mejores); si te limitas a “página tal, ejercicio cual y para casa la página cual ejercicios tal y tal) entonces, querido amigo, querido colega, tienes toda la razón y te la doy y te la reconozco: el problema no es la dislexia, el problema es gente como tú.