martes, 6 de marzo de 2018

CARTAS AL PROFESOR: VISIÓN DE TÚNEL


Mírales, profesor, ¿qué ves? ¿Eres capaz de ver la sensibilidad que tiene esa niña que se sienta en primera fila y que es la primera que va a ayudar a un compañero cuando ve que sufre o solo ves que se levanta de su sitio interrumpiéndote la explicación magistral? ¿Percibes la creatividad de ese niño que hace un uso espectacular de los colores o te enfadas con él y le rompes la ficha porque el rectángulo tenía que estar coloreado de verde y no de naranja? ¿Te has dado cuenta de que tienes otro alumno que tiene una pasión absoluta por aprender o te has quedado en la etiqueta de sus necesidades educativas y le están presionando para que escriba como se supone que tiene que escribir un niño en 2º de primaria (según lo dicen los ideólogos y burócratas que han dado forma a este engendro que es el sistema educativo español) aunque eso suponga que acabe aborreciendo lo que, hace no mucho, despertaba su curiosidad y sus ganas de saber? ¿Les escuchas cantar? Porque todos cantan, sus canciones favoritas, de películas, de dibujos, pero son canciones, rimas, juegos sonoros, di, ¿les escuchas? ¿o tienes la necesidad de que se aprendan una poesía con palabras como “reverdecer” “arrullado” “ conmemoración” para que repitan como loros unas rimas que pierden toda su razón de ser porque en vez de llegarles al corazón (que es el camino que debe tomar la poesía) les da dolor de cabeza?
¿Y para qué? ¿Cuál es el objetivo? Porque eso es lo que aludes cuando se te confronta con la realidad de lo que es la enseñanza, ¿no? Que son objetivos lo que nos mueve. Esos malditos y mal definidos objetivos que están planteados, como ya he dicho, por gente que no tiene ni idea de educación pero que tú, supuesto docente, supuesto guardián de la llama de tus alumnos, supuesto guía, verdadera influencia para unos niños que, y esa es una de las grandezas de ser maestro y, por supuesto, una de nuestras mayores responsabilidades, te convierten en un modelo, en una figura de referencia, aunque…francamente, querido colega, dejes mucho que desear, tú, repito querido “maestro” tomas esos objetivos como si fueran la Biblia.
Y ¿sabes qué pasa? Que te hacen tener una visión de túnel. No ves todos los matices ni todos los colores de tus alumnos. Tienes ante ti el ramo de flores más variado y más hermoso que te puedas encontrar, pero no eres capaz de verlo, de apreciarlo, porque solo ves los objetivos.
Yo me pregunto si esa visión de túnel es algo que se alcanza con el tiempo o si de alguna manera hay una cierta predisposición a tenerla. Me explico. Hay muchas profesiones, muchos trabajos que se pueden hacer, muchas cosas a las que dedicarse. Todas deben tener una parte vocacional, creo yo, porque hacer algo que odias pasa factura necesariamente; pero hay algunas de ellas en las que la vocación no es solo un aspecto más, sino que es el aspecto más destacado, porque determina, más que otra cosa la buena o la mala práctica. Y la nuestra, amigo, es una de esas profesiones.
Desgraciadamente, la profesión de maestro ha estado siempre un poco infravalorada, parecía que era una salida fácil para aquellos que no habían podido optar a hacer un trabajo más de su agrado. Y hay pocas profesiones en las que esa forma de acceder pueda ser más destructiva. Todos aquellos que ejercen la docencia sin verdadera vocación y sin verdadero amor al alumno generan tanto dolor a su alrededor, tanto sufrimiento, puede tener tantas consecuencias… No somos conscientes de lo que supone ser maestro: tenemos en nuestras manos un recipiente muy frágil, lleno de cosas preciosas, pero nos empeñamos en meterlo en el lavavajillas.

¿Quieres que me atreva a decirte cuál es tu problema? Te lo digo. No tienes clara cuál es la grandeza del maestro. No es ser transmisor de conocimientos o de información (en eso, siento decirte, querido colega, que Google tiene más datos que tú), no, tu grandeza está en tener la capacidad de conseguir que tus alumnos, todos, cada uno de ellos, desarrolle lo mejor de sí mismo. ¿Te suena la frase? Igual la pusiste en la programación didáctica que presentaste en la oposición para estar donde estás. Quedó bonita ¿verdad? Y convincente. Lástima que en el fondo buscaras una salida laboral que considerabas “fácil”, lástima que ahora no tengas interés por seguir trabajando por y para aquellos a los que te debes, tus alumnos. Es mucho más fácil y más cómodo seguir las guías didácticas de las editoriales. Están preparadas para que sólo haya que ir pasando páginas y siguiendo las indicaciones. Así se perpetúa la perversión del sistema, tú sigues órdenes y les enseñas a ellos a seguir órdenes, las tuyas, aunque eso suponga destruir cosas muy valiosas. ¡Es el mercado, amigos! Ya lo dijo uno de los que dirigen y dan las instrucciones que componen el túnel. 

martes, 27 de febrero de 2018

EL PROBLEMA NO ES LA DISLEXIA



Tienes razón, profesor, el problema no es la dislexia. Si me apuras, tampoco los son otro tipo de necesidades educativas de los alumnos, ni el TGD, ni los TEA, ni el TDAH, ni el TEL ni las siglas que quieras usar ni las etiquetas que quieras poner.

El problema es un sistema educativo hostil con los alumnos, ideado y llevado a la práctica por élites con un plan muy bien diseñado para perpetuar su estatus en la sociedad y recuperar aquel modelo tan conveniente para ellos como era/es el acceso a los estudios superiores a las elites económicas. Y el resto…mano de obra barata.
Esta ideología es la que está detrás de cuestiones como el desmantelamiento de la escuela pública que cada vez tiene menos recursos o el bilingüismo que es otra forma de criba con forma de zanahoria que se pone delante de los usuarios de la escuela pública dando una falta sensación de elitismo frente a otros niños que, por sus características madurativas, personales, socio económicas, etc. Necesitan otro tipo de escuela que, por supuesto, no se les va a dar.

El problema es que los alumnos tienen que ir forzando su desarrollo evolutivo desde el primer momento que ponen un pie en el colegio. Con tres años tienen que controlar esfínteres, algo que va en contra del desarrollo evolutivo del niño, tienen que pasar a 1º de primaria leyendo y escribiendo, algo que también va en contra del desarrollo de los niños. Ahora me dirás que algunos lo consiguen. Sí, es cierto, pero eso no quiere decir que sea lo correcto para ellos ni, por supuesto, para todos los casos. Otros sistemas educativos que han demostrado ser más, mucho más eficaces que el nuestro, no se plantean que los niños empiecen a leer antes de los 7 años, porque son sistemas educativos que piensan que los niños deben ir felices a la escuela.
¡Qué ocurrencia! Qué lejos está esta percepción de la que tenemos aquí, basada en una supuesta cultura del esfuerzo que carga toda la responsabilidad en el niño, que no les deja tiempo para jugar porque tienen que adquirir, desde infantil, unos hábitos de estudio, trabajo y esfuerzo a través de los deberes, que se envían de forma desproporcionada porque las editoriales, los pedagogos, los ministros de educación…han pensado que la forma de educar a los niños es que tenga libros y cuadernillos y fichas y resúmenes de lecturas y hay que terminarlo todo. No pueden quedar páginas sin hacer, fichas sin rellenar, por lo que, lo que no da tiempo en clase hay que hacerlo en casa.

Pero el problema más grave, para mí, es el que ocurre en lo que es el espacio más sagrado de la enseñanza: el aula. Independientemente de que estemos inmersos en un sistema, que ya hemos visto que es hostil y lamentable, de puertas para adentro el aula es nuestro territorio, ahí mandamos nosotros, los maestros, los profesores y ahí, querido colega, está el mayor de los problemas y es la existencia y la presencia en la escuela (yo diría que en general, pero voy a enfatizar en la pública porque considero que es la que está obligada a dar una educación de calidad a todos los niños) de docentes como tú, que demuestran día a día no tener ni la capacitación, ni los conocimientos sobre psicología evolutiva de los niños, ni idea de posibles dificultades de aprendizaje ni, por supuesto, de cómo afrontarlas y sobre todo, por encima de todo, lo peor una falta de empatía y de cariño por los alumnos que es la esencia de lo que nos hace maestros. Si tú, que te haces llamar maestro, no sientes la necesidad en tu interior de ayudar al alumno que te necesita, de darle la mano para ayudarle a llegar a la meta, de intentar hacerle más fácil el camino lleno de piedras que es el sistema educativo español no mereces estar ahí ni mereces ser llamado maestro.

Si solo te ajustas a los objetivos de aprendizaje y piensas que todos los niños los tienen que alcanzar por sí mismos y no estás dispuesto (y lo que es peor, no te apetece, no te sale de dentro)  a prestarles ayuda, guía; si niegas las diferencias individuales y las necesidades educativas especiales que tan bien definiste y expusiste en el examen de oposición necesario para que estés donde estás (y que se supone que elige a los mejores); si te limitas a “página tal, ejercicio cual y para casa la página cual ejercicios tal y tal) entonces, querido amigo, querido colega, tienes toda la razón y te la doy y te la reconozco: el problema no es la dislexia, el problema es gente como tú.


miércoles, 22 de marzo de 2017

¿EXCELENCIA O VILEZA EDUCATIVA?

Como ya he comentado en alguna otra entrada, hay términos relacionados con la educación que me resultan profundamente nauseabundos cada vez que los escucho. Uno de ellos es, sin duda, el de excelencia educativa. Este maldito vocablo es uno de los causantes del deterioro y la destrucción intencionada de la educación en este país.

Conozco a una pareja. Él es interino en un instituto público. Ella trabaja en un colegio privado. “Elitista”, es decir, muy caro.

Ambos están con sus respectivas juntas de evaluación. Se acaba el segundo trimestre y hay que poner las notas. Sería cuestión de discutir en otro momento la bondad de seguir evaluando con notas, pero al fin y al cabo es otro eslabón que permite, en aras de la “excelencia”, crear rankings de los mejores y peores colegios, favorecer la competitividad entre los niños y sus padres y otros torpedos que se van lanzando a la línea de flotación del maltrecho sistema educativo.

Volviendo a las juntas de evaluación. Para los que trabajen fuera del ámbito educativo aclararé que las juntas de evaluación son reuniones entre el equipo directivo (director y jefe de estudios) con el tutor de un curso y todos los profesores que imparten asignaturas en dicho curso. En ellas se repasan los resultados de la evaluación de cada estudiante, viendo su evolución y con el objetivo (teórico al menos) de detectar necesidades educativas en el alumno para ayudarle a recorrer con éxito el camino de su formación académica y personal.

En el instituto público hay casos de fracaso escolar. Es complicado. Muchas veces vienen de situaciones familiares difíciles. Dos chicos colombianos vieron cómo sus padres eran asesinados por sicarios. Las condiciones socio económicas son más bien precarias. Este contexto se une a dificultades cognitivas. Niños que no llegan y que no cuentan con el oxígeno que daban las medidas de compensatoria y diversificación. Los recortes, ya se sabe.

Los profesores, en las juntas de evaluación, se plantean cómo orientar el futuro de estos niños. ¿Es justo seguir haciéndole sufrir en un 4º de la ESO con un nivel que no es capaz de alcanzar? ¿No será  mejor intentar que siga estudiando a través de una FP básica y ver si desde ahí puede ir subiendo escalón a escalón: FP de grado medio y llegar incluso a una FP de grado superior? ¿Hasta qué punto es esfuerzo titánico que realizan estos alumnos se ve recompensado en el futuro? Incluso a los que tienen buenos resultados les cuesta esfuerzo conseguir ese éxito. Hay un alumno que viene de un colegio concertado. Está acostumbrado a otro tipo de estilo de evaluación. Su nivel es más bajo que el de sus compañeros y aun así, viene con un expediente brillante. Aquí suspende. No se lo explica. Sus padres tampoco. Acuden frecuentemente al instituto a hablar con los profesores, con el tutor, con jefatura de estudios… Están acostumbrados a otro estilo de colegio.

Mientras tanto, atravesemos el espejo. Lleguemos al mundo del colegio privado. Ella también está en la junta de evaluación. Preside dirección y jefatura de estudios. Están discutiendo el caso de un alumno de integración. No sólo su capacidad intelectual es muy reducida sino que su actitud en clase es completamente intolerable. Los profesores se quejan de falta de trabajo, faltas de respeto, interés nulo. Dirección toma la palabra. Ha tenido reunión con los padres, con los que pagan la elevadísima mensualidad que engorda las arcas del grupo de inversión dueño del colegio. La madre se muestra indignada. Su hijo trabaja “muchísimo” … en casa…con ella. Trae cuadernos y cuadernos rellenos con algo más que una guía por parte de la madre. Por lo tanto merece aprobar. Hay que recompensar todo ese esfuerzo… Aunque…como quiere dejar claro, en este colegio no se aprueba a nadie que no lo merezca. Dos profesoras intercambian miradas atónitas pero no dicen nada. Las notas se cambian. El alumno aprueba. Como tantos otros. Se oye una reflexión: no puede ser que niños que vienen rebotados de otros colegios con varios suspensos a sus espaldas se encuentren en este centro a en el que pagan lo que pagan y sigan suspendiendo. No puede ser. 
-"Pero es que…no hacen nada…"
-"No puede ser". 
-"Es que tienen todos los exámenes suspensos". 
-"Que hagan un trabajo". 
Aprobado.
Los padres pagan, los padres exigen, el colegio obedece. 


Terminan las juntas de evaluación. Los dos docentes se dirigen a su casa. Ambos tienen una profunda sensación de tristeza en el alma. 

La profesora siente que, de alguna manera, ha traicionado los principios en los que cree. Siente que es partícipe de toda esta injusticia. Piensa en su familia. Y calla. Y aprueba a sus alumnos. 

El profesor piensa con pena en sus alumnos. Sabe que lo tienen difícil y que lo tendrán más difícil aun cuando salgan del instituto…a un mundo en el que el dinero manda. En que se encontrarán el muro de los precios de las tasas de las carreras universitarias que no podrán asumir aunque tengan capacidad de sobra para ello. Los que, milagrosamente, consigan acceder al ciclo universitario, se verán abocados a trabajos precarios a no ser que tengan contactos, que es lo importante en este mundo. 
Y mientras tanto verán desfilar a su lado a los alumnos del otro colegio, el “elitista”, el “excelente”, el caro. Mucho menos capaces, pero mucho más ricos. Siempre tendrán abiertas las puertas de cualquier universidad privada que perpetúa el estilo educativo al que están acostumbrados. Saldrán con los contactos suficientes para aterrizar directamente en lo más alto… 

¿Excelencia educativa? No. Excelencia sería si todos, vengan de donde vengan, ganen lo que ganen sus padres, tuvieran las mismas oportunidades para alcanzar metas en igualdad de condiciones, poniendo en juego variables como el esfuerzo, la superación y el trabajo. Un sistema educativo que ha conseguido clasificar los colegios en tres tipos: los privados (pago y consigo las notas), los concertados (quiero y no puedo…pero bueno, por lo menos no voy con niños de integración e inmigrantes) y los públicos (desangrados y destruidos hasta que son solo refugio de los que no tienen opción) no es excelente. Rezuma vileza. 

domingo, 5 de marzo de 2017

Des-innovación educativa




Pero sobre todo esto, el mayor pecado que cometemos como docentes y por el que deberíamos hacer un profundo examen de conciencia es por obligar a nuestros niños a renunciar a su talento para pasar por el aro del sistema. Matamos la creatividad y lo peor de todo, matamos la pasión de la infancia para que los niños extraordinarios, esos a los que el sistema se les queda corto, les aburre, les desmotiva, se pongan a la altura de los niños mediocres que se adaptan muy bien a esta maquinaria perversa que crea sumisos, niños sin personalidad pero que hacen deberes durante horas aunque tengan que llorar amargamente y perder tiempo de ocio (cultura del esfuerzo, no lo olvidemos) que no cuestionan nada, que escriben perfectamente fish porque lo han copiado  mil veces, aunque quizás no sepan lo que significa. 

Cuanto más leo, estudio y vivo la educación española, desde dentro como maestra y desde fuera como madre, más me doy cuenta de la hipocresía en la que estamos inmersos.
Se nos llena la boca con palabras como innovación, nuevas tecnologías, aprendizaje basado en proyectos, diversidad del alumnado, adaptación al estilo y ritmo de aprendizaje de los alumnos, desdobles, motivación, entusiasmar para aprender y un sinfín de términos y conceptos que componen una bella fauna de unicornios color rosa en el país del arcoíris en el que creemos habitar los docentes y los padres. 

Sin embargo la realidad es muy distinta. No vivimos en el bello mundo de Oz, sino en los dominios de la malvada bruja del Oeste encarnada en esa aberración diabólica llamada bilingüismo y con su séquito de monos voladores llamados cultura esfuerzo, aprendizaje memorístico, deberes, deberes y más deberes, libros de texto, cuadernillos, ejercicios del cuaderno, si faltas un día tienes los deberes más todo lo que hemos hecho en clase, vamos a tema por quincena y la mitad de los ejercicios se hacen en casa, etc.
Pero conozcamos más de cerca a estos monstruos que están devorando, con nuestro consentimiento y, en ocasiones, incluso celebración, la infancia de nuestros hijos.
La reina del mal, para mí, es, sin duda, el bilingüismo. Esa soberana estupidez que, jaleada por esos papás a los que han lavado el cerebro con la idea de que el inglés es fun-da-men-tal pero que casi ninguno ha ido a ninguna parte donde haya tenido que usarlo. El bilingüismo no funciona. Lo han dicho varios expertos pero cualquiera con dos dedos de frente lo puede ver por sí mismo. Es una estupidez que niños de 6 años que, están consolidando sus habilidades lecto-escritoras ( en otro países es a esta edad a la que EMPIEZAN a leer y escribir) se encuentren con dos asignaturas troncales en inglés. Cualquiera que tenga dos neuronas conectadas se dará cuenta de que, de esta forma, ni aprenden el ansiado inglés ni tendrán ni pajolera idea de conceptos importantes de sociales y naturales. Y aquí entra en juego el negocio del siglo: las academias de inglés. Las hay de todo tipo, que juegan que repasan, que dan sciences… pero la mayoría de los niños van a academia de inglés. Luego todos decimos tener el unicornio del “uso responsable” de las extraescolares, pero el inglés es intocable. ¿Le gusta al niño?, ¿le supone una actividad relajante después de la larga jornada escolar y antes de la igual de larga jornada de deberes? No sé cuestiona. Es inglés, es im-pres-cin-di-ble y fun-da-men-tal. Y el problema es que las academias marcan los mínimos de  los colegios. Los niños van a las academias a copiar como loros palabras que, muchas veces no saben ni qué significan, pero copian y copian y cuando les preguntan esas mismas palabras en el colegio las repiten perfectamente y ese es el criterio de evaluación para todos. 

Luego entramos en los entresijos de este bendito sistema educativo. Y aquí, con todo el respeto del que soy capaz, culpo tanto a padres como a mis colegas de profesión. A los padres porque nos hemos dejado engañar por la idea de los colegios buenos y malos (en función de la posición en los “rankings”) porque en el fondo es una idea que nos atrae. Porque no nos gusta que nuestros hijos vayan con hijos de inmigrantes o nos molesta que un compañero tenga una necesidad un poquito más especial que las de nuestro perfecto retoño porque “retrasa el avance de nuestro hijo”. Así que somos carne de cañón para que nos vendan la falsa idea de elitismo en las escuelas, de ahí los rankins, el llevar a los niños a colegios concertados, la competición entre colegios públicos por captar alumnos…

Y culpo también a mis compañeros. Primero porque permitimos que este sistema se siga extendiendo como un cáncer. La marea verde es la más parada de la historia de las mareas. Hay muy poca movilización; y segundo porque, aún sometidos al yugo de un sistema de mierda, se puede actuar de muchas maneras. Se pueden mandar cinco ejercicios de deberes o trabajar en clase y no mandarlos, se puede decir que los niños tienen que hacer los deberes porque es la autoridad del profesor el que la manda o asumir que no somos tanta autoridad sino un guía para enseñarles la entrada al camino de baldosas amarillas que, al final, tendrán que recorrer solos, porque se nos puede llenar la boca diciendo que queremos enseñar a nuestros alumnos a ser independientes y críticos pero les queremos sumisos a nuestra autoridad, porque convertimos los fines de semana de los alumnos es interminables jornadas de deberes, de escribir una y otra vez los nombres de los animales en inglés (porque en 1º de primaria si escribes fis en vez de fish te lo pongo mal) en vez de permitirles tener tiempo libre para ir al zoo a ver a los animales en vivo; porque estamos todos los docentes taaaaan cansados y tenemos taaantas ganas de que llegue el fin de semana para descansar, pero nosotros, ¿eh? los niños no, que no asimilan la cultura del esfuerzo, que no repasan, que pierden la rueda del sistema, que no pasan por el aro…ellos a trabajar, a hacer deberes, que para eso son alumnos.

viernes, 2 de octubre de 2015

Es muy difícil educar a los hijos. Y es muy difícil procurarles una buena educación. Ambas cosas son muy distintas, pero tienen en común que es una tarea ardua y difícil. Y lo es principalmente porque, por lo general, tienes la sensación de ir a contracorriente en un mundo que a cada paso que das se muestra más hostil, más loco, más inhumano. Como decía la genial Mafalda: “¡Qué paren el mundo, que me quiero bajar!. Pues eso, que yo me quiero bajar. El sistema educativo a través del cual intento procurar a mis hijos la mejor educación ha decidido que para formar a sus profesores y garantizar que son los mejores de entre los mejores, éstos tienen que pasar una maratoniana oposición en la que luchan a su vez con unas pruebas trampa, unos tribunales obligados a suspender a gente aprobada, al descrédito que intentan sus verdugos atribuyéndoles la total responsabilidad de su fracaso cuando les dan para jugar dados trucados. Al desánimo, la desesperanza, la merma de la autoestima y el agotamiento emocional que este largo, duro e inhumano proceso causa en los docentes se une como guinda del pastel el hecho de que luego…os lo voy a explicar con una adivinanza. Tenemos dos profesoras en las listas de interinos, una de ellas se ha presentado por la especialidad de Educación Primaria, aprobó el primer examen, no así el segundo y su puesto es la 360 de la lista 2.1. Por otro lado tenemos otra profesora que se presentó por la especialidad Lengua Extranjera Inglés, suspendió ambos exámenes y su puesto es la 740 de la lista 2.2. Ahora la pregunta del millón….¿Cuál de las dos es tutora de un curso de primaria con una vacante a jornada completa desde septiembre? Esta tutora, se ha encontrado en su clase, de 25 niños con un niño de integración. No sé exactamente su diagnóstico pero sí sé que es muy sensible a los cambios, que le alteran incluso. Este año tiene nueva tutora y parece ser que realiza conductas disruptivas en clase, entre ellas, gritos. Soy perfectamente consciente de lo desquiciante que puede resultar que una clase se te vaya de las manos, que las conductas, como un reguero de pólvora, se contagien del primer grito y la clase se acabe volviendo una jaula de grillos. Sé la inseguridad que, siendo nueva, esa situación produce, las dudas (¿será que yo no sé cómo hacerlo?), la desesperación, las ganas de renunciar incluso…sé todo eso porque soy tutora de sexto de primaria en una clase de 11 alumnos, por lo menos 3 de integración y 2 directamente de educación especial. Pero la profesora 740 ha decidido que la forma en la que va a extinguir los gritos de este niño es castigar a toda la clase siempre que este niño grite. ¿Os imagináis cuál está siendo la consecuencia? Que este niño, que el año pasado tenía amigos y un grupo de compañeros que le arropaban ante posibles verbalizaciones desafortunadas sobre sus diferencias, se está quedando sin apoyos, sus compañeros no comprenden (ellos tienen 8 años) que no es el propio niño quien tiene la culpa sino la falta de preparación, sensibilidad, aptitud pedagógica o lo que sea de su profesora. Esta conducta es moralmente reproblable, desde mi punto de vista, por dos motivos, por un lado porque nuestra obligación como maestros es entender las diferencias individuales de nuestros alumnos y entender que esas palabras tan manidas que tan bien quedan en las programaciones didácticas de atención a la diversidad son algo más que eso, una frase hueca en el documento lleno de falsedades que se presenta en la oposición y por otro lado porque es injusto que castigue a niños de 8 años por las conductas de un tercero. La siguiente consecuencia de la desacertada intervención de la profesora 740 es, como no, la intervención de los papás. Capítulo aparte. Me apena y me indigna a partes iguales que papás de esta clase carguen contra este niño porque distorsiona la clase, porque es un niño difícil, porque perjudica a sus hijos (también deberían ser conscientes de la reflexión del párrafo anterior, pero este tipo de padres suele tener la característica común de ser bastante pelotas con los profesores, sean éstos como sean, por lo tanto nunca cuestionarán la actuación docente). He llegado a oír a padres pedir al profesor que separen a su hijo de un niño con un ritmo de aprendizaje más lento porque “retrasa a mi hijo” o decir que a nuestro niño de integración igual le hace falta otro tipo de colegio y su madre debería planteárselo….pues bien, yo digo una cosa: NO, NO y rotundamente NO. La escuela pública es y debe ser un lugar de integración de TODOS los niños. A TODOS se les debe dar la oportunidad de desarrollar sus capacidades de la mejor manera posible. TODOS tienen el mismo derecho a estar. Y ésta es, para mí, la afirmación más importante que deberían entender estos papás, que sus hijos no tienen más derecho que los de los demás a hacer cosas, a estar en sitios, a estudiar donde quieran. Que es el colegio el que debe poner los medios para adaptarse a este niño, con sus gritos, con sus conductas, que debe ayudarle. Y todo esto lo escribo después de la que ha sido la semana más dura de mi vida como maestra, en la que he sentido cero empatía con unos alumnos de 12 años que no hacen más que insultarse, sacarse la lengua, chincharse, etc. como si fueran niños de infantil. Cuando tengo las cuerdas vocales inflamadas, hasta el punto de no poder emitir ningún sonido de gritarles para que se callen, cuando he pensado en tirar la toalla y dedicarme a otra cosa…. Creo que soy perfectamente capaz de entender que la frustración y la impotencia nos puede llevar a no ser el maestro que sabemos que somos. Le daré un voto de confianza a la profesora 740 a ver si, al igual que espero que me pase a mí, somos capaces de coger las riendas de la clase y disfrutar de lo que, a pesar de todo, creo que es el mejor trabajo del mundo. En lo que me siento más intransigente es en mi opinión sobre los padres. Todos vemos que nuestros hijos son perfectos (algunos, como yo, con toda la razón del mundo) pero su actitud segregadora, su intolerancia hacia el diferente me enfada porque dificulta que yo eduque a mis hijos. Yo quiero que mis hijos sean conscientes de que una parte importante de que sean tan extraordinarios, es precisamente esa humanidad, esa bondad, esa inocencia y esa valentía que les permite hacerse amigos de los niños por lo que son, no mirando su raza, su color de piel o sus características particulares y eso es muy difícil cuando otros compañeros transmiten las ideas racistas, intolerantes o estúpidas sobre qué niños tienen derecho a estar en un sitio o hacer algo. Espero saber hacer impermeables a mis hijos de las opiniones de los cavernícolas que no van a intentar ver más allá de las sombras de la cueva, porque así piensan que sus mediocres vidas tienen más valor. La grandeza de la persona es otra, mis hijos la tienen, trataré por todos los medios que no la pierdan. Iré contracorriente porque no hay otro camino y les enseñaré que, aunque es un camino costoso, nos hace más fuertes, como a los salmones. Y siempre es mejor ser un salmón que un percebe.

lunes, 28 de julio de 2014

Sobre trolles y pasados oscuros....

Llevo una mala semana. No sé si me he convertido en un troll de algunos que eran mis amigos (digo eran porque no estoy segura de que sigan siéndolo mucho más tiempo) o si son ellos los que se han lanzado contra mi yugular, pero como os comentaba, llevo una mala semana. Me siento como en un debate de Intereconomía o como en “La sexta noche” que es lo más parecido que se ha quedado en televisión ahora que la cadena del toro de Osborne ha desaparecido de la parrilla, (incomprensiblemente dada la calidad de sus programas). El caso es que me encuentro inmersa en discusiones en las que intento dar mi argumentación razonada y me encuentro con respuestas propias de Marhuenda o de Eduardo Inda, mucha acusación de demagogia, mucho criticarme por incongruente o, algo que me ha llegado al alma, que rozo la “necia arenga”. Me gustaría que las personas que me critican me ofrecieran sus argumentos, porque si solo se dedican a tratar de deslegitimarme no puedo hacerme una idea de cuáles son realmente sus argumentos y no puedo ver si realmente estoy equivocada. Franca y prepotentemente creo que no estoy equivocada. Creo que las ideas que defiendo y defiende gente de la talla intelectual de Juan Diego Botto, Rosa María Artal, Jesús Maraña, José Luis Sampedro o José Saramago, entre otros muchos que admiro, son las correctas y me parecen tan elementales, tan lógicas que me sorprende que se pongan en duda y pienso que aquellos que comparten ideas con la cúpula del PP, Paco Marhuenda, Eduardo Inda o Alfonso Rojo, entre personajes hacia los que siento una mezcla de pena y repugnancia, no sólo están equivocados, sino que no argumentan porque no pueden. Porque ya no pueden defender lo indefendible. Porque ha llegado un momento en que, incluso en España, que somos un país que traga de todo, que ve como normal que los políticos, los reyes, reinas, cuñados de reyes, hermanas de reyes, etc. nos roben, que hemos soportado que nos mientan, que nos llamen imbéciles a la cara, porque hemos soportado cagadas de una serie de políticos de los dos signos que han gobernado de forma alternativa... y después de soportar más de lo que nadie puede soportar…ya no podemos más. Y ya no nos tragamos los así son las cosas, lo de que la gente de izquierdas quiere vivir como la de derechas porque quiere tener un mercedes en la puerta, lo de que la escuela pública es una alternativa para pobres, que las escuelas concertadas existen porque los padres las piden y se respeta su derecho a elegir, mientras que la realidad es que se cierran escuelas públicas y se sustituyen por concertadas, privado del derecho a elegir a los que queremos una escuela pública, igual que una sanidad pública, universal, de calidad y gratuita. Bueno, el caso es que, como llevo dos conversaciones de debate malo de la tele y parece que no me hago entender y este blog surgió desde la más freudiana necesidad catártica….pues eso, voy a desahogarme un rato y a hacer una pequeña reflexión que apacigüe mi alma. En primer lugar, recuerdo una frase de una de las personas que más cambió mi vida, dándole el giro que me ha llevado a donde estoy ahora, enfrentándome a trabajadores que se creen clase media y haciendo flipar en colores a viejos, muy viejos amigos, que me conocieron en otra época de mi vida, con las ideas menos claras y que no me reconocen en el cuerpo de este salmón (Rosa María Artal dixit) que se siente luchando a contracorriente mientras los percebes, ya no solo le observan y critican desde su letargo en la ignorancia, sino que tratan de clavarle su uña mientras lucha y lucha por seguir avanzando. Esa persona es mi queridísima “hermana mayor” Teresa (las otras personas son mi marido y como referente ideológico Arundhati Roy (“El álgebra de la justicia infinita) y Simone de Bouvier, gracias a la cual me convertí en una joven formal. Pues mi querida Teresa decía que “la ignorancia es la felicidad”, lo decía en un contexto muy concreto, pero creo que se puede aplicar a la vida en general. Veo gente a mi alrededor que no parecen preocuparse por las mismas cosas que yo y creo firmemente que son más felices. Algunos de ellos porque viven en un mundo diametralmente opuesto al mío, ganan mucho más dinero y tienen un estilo de vida que transcurre entre viajes, escapadas y estaciones de esquí, por lo que puedo entender que sus preocupaciones no sean las mías….en estos casos me viene a la mente otra frase que he oído o leído, no recuerdo, recientemente, se piensa como se vive. Pero hay gente de mi entorno, con hijos en edad escolar, que van al médico a la seguridad social….y sin embargo….no solo no comparten mis preocupaciones sino que defienden al modelo que las ocasiona, las mantiene y las empeora…y no lo puedo entender y me llena de frustración porque no responden a mis argumentos con otros argumentos que los desmientan o los contradigan sino que tratan de deslegitimizarme…. Los dos temas de la polémica han sido los siguientes: • Escuela pública vs escuela concertada: Yo defiendo que la escuela pública no es una alternativa para pobres y que debe ser de la máxima calidad, para lo que es necesario que se invierta en ella. No hay derecho que se le niegue dinero a la pública y se redireccione a construir colegios concertados, cuanto más fanáticos religiosos, mejor. Los profesores de la pública han demostrado de manera objetiva, a través de las oposiciones, su valía para realizar su trabajo. En la escuela concertada y privada se presupone esa calidad, pero depende de nuestra fe, porque se les elige a dedo. Yo abogo por un sistema público de calidad y un sistema privado para que el que quiera que sus hijos recen el Ave María antes de empezar la jornada o se les separe a los niños de las niñas que lo pague él de su bolsillo. Se entiende muy bien con un ejemplo de mi marido: yo como estado proporciono a TODOS los habitantes un sistema público de autobuses gratuito, cómodo, puntual, que llegue a todas partes. Si alguien quiere ir en un coche BMW o Mercedes, está en su derecho, como no, pero que se lo pague. Lo que no es un derecho del propietario del BMW o Mercedes es que YO con mis impuestos le pague el BMW o el Mercedes para que él pueda elegir ir en bus o en coche BMW o Mercedes. Se entiende ¿no? • La segunda discusión de mi semana es en torno a Pablo Iglesias. Ha sido una reproducción a pequeña escala de lo que sufre él a diario, pero yo no tengo su templanza (que espero que no pierda pillándose un rebote como el que tengo yo hoy y pierda los papeles contestando a los que le insultan como, por otra parte, merecen) soy más vehemente y estoy un poco harta de esta derecha “sin complejos” que esgrime sus descalificaciones (porque insisto en que carece de argumentos y tiene de sobra por donde callar) y ataca a las ideologías de izquierdas con comentarios tan grotescos como que los de izquierdas tienen que donar sus sueldos porque para eso son de izquierdas o que mucho pensar de izquierdas pero luego quieren vivir como gente de derechas porque quieren tener un Mercedes en la puerta. Pues bien, a estos mis trolls o trolleados, que aún no lo tengo muy claro, les voy a aclarar un par de puntos. Me parece intolerable ( aunque me siento satisfecha porque creo que es fruto del miedo que tiene la derechona de este país a una alternativa interesante de izquierdas) que se someta a semejante escarnio constante a Pablo Iglesias por haber sido una persona que ha fundado un partido, ha ofrecido un discurso y ha conseguido unos buenos resultados en unas elecciones. A raíz de ahí, programas como “la sexta noche” se ha convertido en un monográfico de tiro al blanco sobre Pablo Iglesias, al que le valoro, insisto, su templanza y serenidad, yo hace mucho que le hubiera puesto un ojo morado a Marhuenda y otro a Inda. Además creo que las cosas que dice sobre el trabajo, los trabajadores y la distribución del capital, sobre rescates con dinero público a bancos que dejan a la gente sin sus casas, etc. son cosas de un sentido común tan básico que, claro, solo se pueden contrarrestar con descalificaciones porque no existen argumentos válidos para hacerlo. Y, para terminar, porque excedo con mucho la longitud precisa de una entrada de blog y les voy a dar la razón con lo de que soy una cansina, ante el galimatías de las personas de izquierdas que quieren vivir como los de derechas…. Bueno, ante semejante memez creo que rumiaré un poco más otra entrada para una próxima entrega.

sábado, 5 de abril de 2014

"El Jefe Infiltrado"

El jueves día 03 de Abril, la Sexta estrenó “El Jefe Infiltrado”, un nuevo programa dentro de los reality show que en, estos tiempos que corren, son tan del agrado del público en general. El anuncio de dicho programa ya despertó mis recelos y no me despertó en absoluto las ganas de verlo, pero debo reconocer que me pudo la curiosidad y acabé viéndolo. El programa desbordó todas mis expectativas y me dio mucha rabia que una cadena como la Sexta, que emite programas de tanta calidad como el Intermedio, Salvados, El Objetivo, Al Rojo Vivo… caiga en servir semejante bazofia. “El Jefe Infiltrado” comienza presentándonos a un pizpireto joven jefe de una cadena de comida rápida. La presentación del muchacho incluye remarcar con mucha intensidad que el jefe es incansable en la ejecución de sus tareas. Su mujer se queja de que en vacaciones está con el móvil de trabajo constantemente encendido y disponible para cualquier cuestión que evite la caída del emporio pizzero. Tanta es su responsabilidad. Prosigamos. El programa consiste en que se “camufle” al jefe para que, siguiendo sus propias palabras, en una frase que pone en funcionamiento la emisión de bilis por parte de mi hígado, “salir de la zona de confort, para descender a la realidad de los empleados”. El jefe disfrazado entra en distintas pizzerías y analiza desde su anonimato la situación de los empleados. Después, ya con su verdadero yo, les recibe en su despacho y, utilizando el plural mayestático que hace que la bilis que lleva revolviendo tu estómago todo el programa pugne por salir (desconfío de los empleados, tengan el cargo que tengan, que hablan de sí mismos y de la empresa como un todo), informa a los empleados de sus impresiones. Primero la bronca a un empleado, un repartidor, que corre para entregar las pizzas en el tiempo que promete la empresa y que tiene la desfachatez de decir que no se va a quedar a trabajar más horas de las que corresponde a su contrato (horas que, seguramente, si hiciera, no cobraría, pero este detalle no nos lo aclara el superjefe), otro tirón de orejas a otro empleado que comete el delito de no pensar que tener que pasar una hora tras otra, un día tras otro, disfrazado de ficha de dominó repartiendo globos y folletos del restaurante, es el trabajo más divertido del mundo (como le parece al jefe que “desciende de su zona de confort” un ratito para jugar a ser proletario). Y, por fin, los reconocimientos a los empleados ejemplares. Esos que trabajan 12 horas por 300 euros, esos que tocan la fibra del corazoncito del jefe que empezó como pizzero, pero que no recuerda lo que supone tener un contrato basura, no un ratito para un programa de televisión, sino todos los días. Y ¿cuál es ese reconocimiento?. La resistencia de mi estómago (curtido ya en estos tiempos de crisis y corruptelas PPolíticas varias) llega a su límite: un crucero de lujo de una semana para una empleada que no puede compaginar su vida “profesional” con la personal y la atención a su hijo pequeño y un ascenso y un fondo de 10.000 euros para los estudios de otro empleado que, recordemos, trabajaba 12 horas por 300 euros. ¡Qué buena es la empresa!, ¡Cómo recompensa el trabajo de sus empleados abnegados y leales! ¡PUAG! Vamos a ver, señores de Domino´s Pizza (donde creo que no compraré una pizza en mi vida) yo lo que creo que deberían hacer es poner jornadas de trabajo flexibles para que se pueda compaginar la vida laboral con la personal (se puede, en Europa se hace) y hacer contratos dignos con sueldos dignos. Me parece ofensivo y humillante el “donativo” de 10.000 euros (¿Cuáles son los beneficios de esta cadena de restaurantes?) cuando lo que tendría que hacer es darle un sueldo digno y qué el empleado mismo pagase los estudios de sus hijos o lo que le dé la gana. Resumiendo, que lo que pensé en su momento cuando vi el anuncio, jefes que se descubren como incapaces de realizar el trabajo que, diariamente, hacen sus empleados ( en el anuncio sale un jefe vomitando porque tiene que rebuscar en la basura mano a mano con sus empleados de lo que parece ser una planta de reciclaje. Por si no hubiese quedado suficientemente en ridículo el susodicho jefe, se muestra a una empleada diciéndole que si no hay para comer se trabaja en lo que sea y que ella tiene que hacer eso TODOS LOS DÍAS. ¡Toma ya jefe!, bofetada de realismo y dignidad, todo en uno) y que se permiten el lujo de juzgarles y fiscalizarles y, todo lo más, les dan un caramelito para que parezca que la empresa es el remate de los tomates y se preocupa de sus trabajadores, cuando la realidad es que va a seguir manteniéndoles en la misma miseria, se ha confirmado plena y repugnantemente, al ver el programa. Refleja y perpetúa demasiado bien el tiempo en que vivimos, en los que se confunde contrato laboral con esclavitud y derechos laborales con privilegios. No volveré a verlo, me da demasiado asco.